Autorrealización sentimental
- Miriam Zirdok Smeke
- 6 abr 2017
- 7 Min. de lectura

Autorrealización sentimental
Por: Miriam Zirdok Smeke
Javier de la Mora es un poeta extraordinario en sus obras nos plasma sus emociones con furor y nos transmite con vibra cada rima, cada prosa, cada significado magnífico. A continuación por medio de esta entrevista tendremos una pequeña biografía del autor, conociendo su vida en sí; su pasado, su presente y el futuro es un misterio inédito y más para un poeta en busca de inspiración.
¿Cuáles son los libros que ha escrito? · Incansable holocausto (1991) · Resistencialismo (1994) · Antiphaz (1997) · Manifiestos del escriba (2000) · Toda la flor del Universo (2004) · Aquellas estaciones fragmentadas (2005) · Deshielo, crónicas cruzadas (2012)
¿Cuál es su visión del amor por medio de la poesía?
La poesía para mí es experimentación y experiencia que trae como resultado ritmos y profundidad melódica, siempre subordinada al amor. Es el amor el que determina mi visión de la poesía. La poesía es un movimiento en espiral por medio del lenguaje, un movimiento que incita el lado espiritual y amoroso de los seres humanos. El desato de mi obra es restaurar la mirada amorosa del lector para que vea en el prójimo a alguien digno de ser amado y descubra en sí mismo las posibilidades infinitas de amarse como persona. “Ser poeta, ser escritor, no fue un asunto fácil. De niño, mi padre me encerraba en un cuarto de castigos.”
¿Cuáles han sido los retos que ha pasado para llegar a ser quien es hoy en día? Ser poeta, ser escritor, no fue un asunto fácil. De niño, mi padre me encerraba en un cuarto de castigos. Durante los encierros en aquel cuarto mi madre me daba un libro de relatos o una novela para que mi tiempo fuera menos aciago. En cada historia leída había una esperanza. Las disfrutaba como si se tratase de largas cartas en las que alguien me consolaba, asegurando que algún día yo también saldría a recorrer mares y que conocería al Capitán Nemo y a Simbad, que me enamoraría de Cosefie y de Anna Karenina… Que conversaría con Se^embrini, que acompañaría a Tristram Shandy en sus faenas, y que algún día sería amigo de Ixca Cienfuegos, de José Trigo, que conocería al señor Villaranda y al doctor Farabeuf, y escucharíamos juntos el tañido de una flauta en medio de las batallas en el desierto. Así recuerdo —seguramente de manera trastocada por la maraña de personajes reales y ficticios que se mezclan en mi memoria— mi infancia: en medio de golpes, encierros impuestos, relatos, ilusiones y los cuidados de mi madre. Mucho tiempo después, serían mi hermano y mi madre quienes se quitarían la vida. Mi hermano en 1979, de un balazo en la cabeza. Mi madre en 1994, en un suicidio lento, acompasado. Ninguno de los dos esperó a que la muerte llegará por sí misma. Decidieron invitarla de forma despectiva, como si quisiesen ser ellos los que la ascendieran para vestir sus huesos con un chal viejo y un abrigo de lana. Yo escuchaba poemas mezclados con el ulular de trenes, sonetos que se acompañaban con el golpeteo metálico del rodar y rodar de ruedas. El chirriar de vías y las explosiones provocadas por el movimiento de máquinas de ferrocarril se tejían con la cadencia de los versos leídos en voz alta por un coro de mujeres encabezado por mi madre. Así entró la poesía a mi vida: como trenes, con ruidosas señalizaciones y abruptos movimientos de muebles y de todo aquello que pudiese estorbar a mi madre y sus amigas que leían poemas todos los jueves de mi infancia. Era la década de los setenta, tan llena de solares secos, parques atiborrados de perros y de tierra. Eran años para jugar en las vías del tren, en el lago de la alameda o en el cementerio que estaba un poco más allá: remover la nieve de las tumbas, jugar a buscar nuestros nombres en las lápidas o pasar días enteros en el cuarto de castigos.
Todos los lugares me servían: bastaba que parecieran dispuestos para escenificar una aventura inspirada en alguna novela. Sin embargo, al igual que en el oficio de cambiador de vías, leer y escuchar poemas incluía sus propios riesgos: los golpes repartidos por mi padre también acompañaban el traqueteo de versos y mis sueños. Leer en casa no era un asunto fácil. Así me lo confirmó la detonación de la pistola con la que mi hermano se voló los sesos: la vida no puede percibirse como un regalo porque, de cualquier modo, la vida siempre te apalea.
¿Cuál es su poema favorito?
De los libros que he escrito mi favorito es Deshielo, crónicas cruzadas. Pero mi poema favorito, de todos los que he publicado desde 1991, es uno que le escribí a mi hija Lilia SoTa. El poema se llama HIJA MÍA, EN ESTA HORA, y forma parte del libro titulado Aquellas estaciones fragmentadas (publicado en 2005). Este libro está dedicado a ella.
¿Cuánto tiempo escribe al día?
Ocho horas al diarias. Más o menos unas 10 mil palabras al día.
¿Cuántos libros lee al año y cuál es su autor favorito?
No tengo la cuenta. Calculo que he de leer unos 300 libros al año porque mucho de mi trabajo tiene que ver con la lectura. No sólo soy escritor, también soy editor y crítico literario; así que debo leer mucho y a muchos autores. Mis autores favoritos son Cervantes, Dostoievski, Gabriel García Márquez.
¿Lo que escribe tiene que ver con su forma de ver la vida?
Sí. Todo lo que escribo tiene que ver con mi manera de pensar la vida y, sobre todo, con la forma de sentirla. Los porqué de mi infancia se convirtieron en el qué de la poesía y la literatura. Los miedos convergieron en una poética del phobos por el miedo a casi todo, pero en primer lugar a la violencia material ejercida por cualquier clase de poder. La poesía y la literatura me revelaron lo que debería hacer con mi vida. Y ante esa revelación temblé al darme cuenta de que me quedé solo y que no estaba a la altura de asumir la soledad por caminos diferentes a los que la propia literatura me planteaba. Vi mi vida desconsolada, pero al mismo tiempo descubrí un fin y un camino. Me di cuenta de que solo en la literatura y en la tonalidad poética el mundo adquiría un sentido porque el mundo se nos plantea solo como problema estético: no hay otra manera de resolverlo. No hay nada más que podamos hacer con él, solo estetizarlo, jugar con él, adornarlo, vestirlo de poemas y de historias. Ahora vivo muy tranquilo, a cierta distancia de todo, interpelando a la vida, entregado al placer de la lectura y la escritura. Soy lo que quise ser desde que era adolescente: escritor. He estudiado todo cuanto he querido. Me dedico de tiempo completo a la poesía, al estudio de la filosofía, a las novelas y a los viajes, siempre atento a la polución de las ideas; y aunque he perdido a mis padres, creo no poder ser desdichado. Me agrada la sencillez y la tranquilidad en la que vivo, gozo sintiéndome contemporáneo de Walt Whitman, disfruto la placidez de mi alegría, y si bien he afrontado avatares y batallas, la vida literaria y la relación que mantengo con Dios y mi trabajo, me han otorgado distancia, satisfacción y vida. “Escribo de seis de la mañana a dos de la tarde; luego salgo a explorar las espesas sombras de la ciudad, sus cafés y librerías, sus cárceles y sus tugurios, manicomios y antros de toda clase, como un vagabundo empujado por la curiosidad literaria”
¿Cómo es la vida de un escritor?
Mis días son muy rutinarios. Escribo de seis de la mañana a dos de la tarde; luego salgo a explorar las espesas sombras de la ciudad, sus cafés y librerías, sus cárceles y sus tugurios, manicomios y antros de toda clase, como un vagabundo empujado por la curiosidad literaria, siempre en busca del poema, de la crónica, de la historia que debe ser contada.
¿En qué momento del día o a que hora se sienta a escribir, en que lugar despeja su mente y le brinda inspiración para escribir?
Trabajo por las mañanas. Tengo en mi escritorio todo lo necesario para escribir; además, tengo una fotograTa de Baudelaire, una pluma de cuervo, un Crucifijo de madera y una Biblia. Al momento de escribir debe flotar en el ambiente el aroma de un buen café. ¿Rituales, manías, supersticiones, anclas, obsesiones, fechas, depresiones? No lo sé. Creo que es una forma de aquietar ciertas locuras, porque o te vuelves loco víctima de la neurosis fóbica y de la demagogia de estos tiempos, o claudicas y te adhieres al torrente postmoderno convirtiéndote en un insustancial; o te dedicas al arte desde alguna curva del camino. No lo sé… es como si la poesía tocase un fruto prohibido y provocase ciertos estados espirituales, pero aún no termino de definirlo.
¿Cuál es la estructura de sus poemas?
Tienen la estructura de los espirales. Círculos concéntricos que se van ampliando conforme alcanzan estadios espirituales más elevados. El fractal es la noción que tengo del poema, una idea elemental, incierta, vaporosa quizás. Representa la diversidad del Universo elegante, rehilete multicolor que se desplaza. La espiral empaqueta, pero también adensa el sentido en una pizca espiritual y lo hace emigrar desde el centro hacia nosotros. Esa es la noción que tengo de mí: soy espiralización, un bucle apenas que no sabe nada más que emanar de sí... como los fractales. Siempre es un gusto conocer la vida de un poeta y mas por todo lo que ha pasado en su vida, Javier de la Mora nos deja como enseñanza que hay que luchar por hacer lo que amas, y al final encontrarás esa paz interna al realizarte en un campo profesional en donde te sientes pleno, ser escritor es la realidad escrita en palabras con belleza, y a veces, con un poco de amargura, y juntas hacen la contradicción perfecta de la felicidad y la tristeza.
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